Danne Aro Belmont es una sobreviviente de las denominadas terapias de conversión, una práctica en donde se intenta alterar la orientación sexual de personas por medio de rituales y hasta exorcismos.
Unas 700,000 personas de la comunidad LGBTQ han sido sometidas a esta práctica por su padres, bajo la creencia de que la sociedad no podrá aceptarlos tal como son.
“Yo sé que las personas no están acostumbradas a ver a alguien como yo, con barba, senos, cabello largo, uñas pintadas, maquillaje y tacones”, cuenta Belmont.
Aunque a simple vista, Belmont solo conserva de “Daniel” la barba y la voz, el proceso para convertirse en mujer ha sido tanto empoderador como traumático.
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“Cuando tenía 11 años, mis papás se enteraron que yo era gay. Escucharon una conversación que tenía con un amigo al que le dije que me gustaban los niños", relata Belmont. "Después de esto, a los 16, fue que iniciaron las mal llamadas terapias de conversión”.
Sus padres la llevaron a una iglesia en Bogotá, Colombia, y fue allí donde comenzó su tortura.
“Lo que hacían era decirme que tenía un demonio que tenía que limpiar, me decían que algo estaba mal, me sometían a exorcismos, me echaban agua bendita", cuenta Belmont. "Y al final, también te preguntaban si seguías siendo gay o no”.
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TERAPIAS QUE AFECTAN LA SALUD
Las denominadas terapias de conversion gay fueron creadas en el siglo XIX con el fin de supuestamente “curar” la homosexualidad o alterar la identidad de género.
“Como yo nunca les dije que había cambiado y que ya me había curado de ser gay no podía comer ni dormir hasta que terminara”, recuerda Belmont.
Estas terapias se han normalizado en muchos países mientras que, en otros, se realizan de manera clandestina
“Te pone en conflicto con algo que tú realmente no puedes cambiar porque al final no hay nada que curar”, dice Belmont. “Hay un momento de soledad, de mucha depresión y mucha frustración”.
En estas terapias, además del exorcismo, las personas son sometidas a inyecciones de hormonas, electrochoques u otro tipo de medicina para revertir su identidad.
“Básicamente, es un lavado de cerebro que te hacen porque te hacen sentir que todo lo que tú crees y sientes está mal”, cuenta Belmont.
Estas terapias afectaron, además, su salud mental.
“Estos procesos realmente afectan mucho la salud mental”, relata Belmont. “A tal punto de llevarme a hacer varios intentos de suicidio”.
UNA EXPERIENCIA PARA EMPODERAR A PERSONAS TRANS
Belmont ha dejado atrás esos días de oscuridad y solo ve el arcoiris que la empodera. Incluso ahora cuenta con el apoyo de su familia.
Su experiencia ha servido para establecer la Fundación GAAT, un grupo de acción y apoyo para personas trans.
“Hay algo que estamos haciendo acá en Colombia y es impulsar un proyecto de ley que impide que las iglesias que están teniendo estas terapias las sigan cometiendo”, explica Belmont.
Se ha convertido en la muñeca barbada, la que rompe paradigmas y desinfla los estereotipos de belleza y arranca las costumbres arraigadas. Ella reconoce que no todas las iglesias cometen estos actos.
“Yo siento que no vamos de un punto A a un punto B, sino literalmente recorrer todas las letras”, dice esperanzada.
PROCESOS POCO ÉTICOS
Según la OMS y la ONU, estas terapias de conversión son procesos poco éticos, sin evidencia científica de que funcionen y potencialmente perjudiciales para la salud mental de las personas.
Una de cada tres personas trans ha sido sometida a terapias de conversión gay en Colombia.
Estas terapias están prohibidas en 20 estados en Estados Unidos y países como Brasil, Argentina, Puerto Rico, Canadá, Alemania, Ecuador y Uruguay han prohibido su uso.