Durante semanas, César Quintana sufrió pensando qué sería de su hijo de dos años, que había quedado atrapado en Mariúpol, la ciudad ucraniana asediada por los rusos.
Afortunadamente, el pequeño Alexander logró salir con su madre.
Pero ahora están en Rusia y Quintana, quien tiene la custodia del pequeño en Estados Unidos, sigue sin poder reunirse con él.
Quintana, un estadounidense de ascendencia mexicana, ha estado tratando de traer de vuelta al pequeño a California, donde vive, desde que su esposa se lo llevó a Ucrania sin su autorización en el 2020. Estaba gestionando la entrega del niño en los tribunales ucranianos cuando Rusia invadió Ucrania y se cortaron las comunicaciones.
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El mes pasado, finalmente se enteró de que, a diferencia de millones de ucranianos que escaparon a Polonia o Moldavia, la familia ucraniana de Alexander había logrado salir de Mariúpol y atravesar el cruce fronterizo más cercano a esa ciudad, que lleva a Rusia.
Rusia no tiene acuerdos con Estados Unidos relativos a disputas en torno a niños sacados de un país por uno de los padres sin el consentimiento del otro. Ucrania sí lo tiene y Quintana confía en que los tribunales ucranianos procesen el caso, fallen a su favor y pidan a los rusos que acaten esa decisión. Indicó que sigue tratando de convencer a la madre, Antonina Aslanova, una estadounidense-ucraniana, de que regrese a California por su propia cuenta.
“No me rendiré. Mi hijo no va a ser criado en Rusia”, expresó Quintana.
Aslanova no respondió a un mensaje que se le hizo llegar a través de WhatsApp.
Los secuestros de niños por parte de un padre que lo saca de un país son complejos y activistas dicen que pocas veces los menores regresan pronto a su país de origen. En el 2015 hubo más de 2.000 denuncias de secuestros internacionales en el marco de tratados internacionales diseñados para resolver estas disputas y solo el 45% generaron el regreso del menor a su país, según un informe de la Conferencia de La Haya sobre Derecho Internacional Privado.
Muchos países firmaron ese tratado, pero no rige entre Estados Unidos y Rusia, que dificulta la entrega de menores, según Melissa Kucinski, abogada de Washington especializada en estos casos.
“Ahora que el niño está en Rusia, sospecho que la entrega de la custodia al padre dispuesta por un tribunal de California no tiene mucho valor”, expresó Kucinski.
Quintana, de 35 años, lleva más de un año luchando para recuperar a su hijo al amparo de ese tratado, desde que un tribunal californiano falló que la madre se lo debía entregar a él. Viajó a Ucrania, contrató a un abogado y dijo que Aslanova aceptó regresar con el pequeño a California. Pero la madre de Aslanova se opuso y presentó una denuncia ante la policía, que impidió la salida del niño.
La guerra, a su vez, dejó el proceso en el aire. Para complicar las cosas, la embajada de Estados Unidos en Kiev está cerrada, aunque el Departamento de Estado norteamericano dijo que todavía ofrece servicios consulares a los estadounidenses .
En Rusia, en cambio, las posibilidades de asistir a los ciudadanos estadounidenses son “muy limitadas”, según un funcionario del Departamento de Estado.
La guerra hizo que Quintana se desesperase. Le envió dinero a Aslanova cuando comenzó la invasión, pero ya no pudo contactarla más cuando se cortaron las comunicaciones con Mariúpol.
Al no poder contactar a su hijo, Quintana pidió a las autoridades ucranianas permiso para viajar a ese país. Planeaba comprar un pasaje a Europa, pero el Departamento de Estado le dijo que Aslanova y su familia se habían ido a Rusia.
Quintana dijo que habló con Aslanova después de que salió de Mariúpol y que ella afirmó que estaba considerando volver a California, pero tenía miedo de ser acusada de secuestro. También la atemorizaba el proceso que se le inició por conducir en estado de ebriedad, que fue lo que hizo que se le concediese la custodia del niño a Quintana.
“Teme que pueda terminar en la cárcel”, expresó Quintana. “¿Por qué tiene que sufrir mi hijo por ella?”.
Noelle Hunter, cofundadora de la red iStand Parent Network, dijo que los acuerdos voluntarios son generalmente la mejor salida en estos casos. Añadió que Quintana pidió a los fiscales que retirasen la denuncia de secuestro si Aslanova regresaba, pero que estos no aseguraron que lo harán. Funcionarios del Departamento de Estado ofrecieron acelerar el papeleo si Aslanova sale de Rusia y lleva al niño a otro país, según Hunter.
“No podemos quedarnos cruzados de brazos”, agregó. “Hay que estar listos”.
La fiscalía del Orange County de California declinó hablar del tema.
Quintana y Aslanova estaban divorciándose cuando ella fue detenida por conducir ebria, de acuerdo con una carta enviada por fiscales del Orange County a las autoridades ucranianas.
Se le dio a Quintana la custodia del niño y se permitió a Aslanova visitarlo en diciembre del 2020. Un día, mientras Quintana dormía, Aslanova se fue con el menor y tomó un avión a Turquía, luego otro a Ucrania, según Quintana.