Enrique Arias vendía gorros, bufandas y otros artículos de vestir en 14th Street NW, en Columbia Heights. Pero en cuestión de semanas, Arias ha perdido su única fuente de ingresos. El brote de coronavirus en el área de Washington, D.C. lo ha obligado a dejar de vender en las calles.
“No tengo ningún ahorro”, dijo. “Solo la mano de Dios.”
Arias ahora depende de tarjetas regalo y donaciones de alimentos provistas por el público al Fondo de Ayuda Mutua por Desempleo de Vendedores Unidos. Las donaciones están siendo recolectadas por la organización sin fines de lucro Many Languages One Voice y luego repartidas a los vendedores.
Many Languages One Voice reportó que, en tres semanas, ha distribuido $10,000 en formas de tarjetas regalo Visa gracias a las aportaciones. De acuerdo con el grupo, al menos el 40% de las familias de los vendedores que reciben la ayuda son indocumentadas, dejando a muchos sin la oportunidad de recibir asistencias del gobierno, como el cheque de estímulo por coronavirus. Los mismos vendedores han ido puerta a puerta distribuyendo los suministros, alimentos y tarjetas regalo a sus colegas que han perdido su única forma de empleo.
En las primeras dos semanas que dejó de vender, Arias recibió dos tarjetas de $50 y varios alimentos no perecederos que, según contó, le durarían aproximadamente una semana. Arias agregó que no sabía cuándo esperar la asistencia otra vez.
“Solo Dios es él que sabra”, dijo. “Yo lo que sé es que a la calle no vamos a ir."
El 9 de marzo, días antes de que se declarara la pandemia global, los vendedores ambulantes se reunieron para discutir las acciones a seguir, dijo Megan Macaraeg, directora ejecutiva interina de Many Languages One Voice. Una semana después, casi todos los vendedores habían dejado de trabajar, dijo.
“Estaban fuera de las calles pese a que estaban sacrificando sus ingresos”, agregó Macaraeg.
Arias dijo que no tuvo más opción que dejar de vender para protegerse de los riesgos que el virus puede suponer para su salud. Según contó, en un buen día, podía ganar hasta $250.
“Uno se trata de cuidarse (sic)”, dijo. “No sabe quién se acerca.”
Matea Salvador solía armar una mesa y vender perfume, bisutería y otros productos al lado de Arias en Columbia Heights. Como una docena de vendedores, Salvador dijo que esta era su única forma de ganarse la vida. Contó que se fracturó la pelvis en su antiguo trabajo, así que le es difícil conseguir otros empleos.
Many Languages One Voice destacó la historia de Salvador en su página de Facebook, como una de los muchos vendedores que necesitan donaciones para poder sobrevivir. La organización escribió sobre cómo Salvador mantiene a varias personas en Estados Unidos y en El Salvador.
“Tiene ceros ingresos y no tiene acceso a los beneficios de desempleado ya que su trabajo era casi en su totalidad vender en las calles”, explicó el grupo en la publicación.
José Benítez, de 67 años, también ha recibido ayuda financiera del fondo mutuo de asistencia. “Estoy muy agradecido porque la verdad están haciendo la lucha para ayudar”, dijo.
Benítez solía vender queso en la misma calle de Columbia Heights que Arias y Salvador. Cuando todavía estaba laborando, él dijo que este era su único escape de estar todo el día en casa.
“Solo estaba encerrado en la casa, no hallaba que hacer. Me sentía como preso”, explicó en ese entonces. “Me siento más tranquilo, más enérgico."
Ahora, Benítez solo sale de su vivienda para recibir su tratamiento de diálisis tres veces por semana. Vender en las calles era su manera de contribuir financieramente a su familia. Desde que tuvo que parar, Benítez cuenta que ya no podrá ayudar con el pago de la renta. Pero gracias a las dos tarjetas regalo de $50 que recibió de la organización, su hermana pudo comprar alimentos en el supermercado.
Benítez se puso en confinamiento a principios de marzo, antes que la mayoría de los vendedores, por razones de salud. Dijo que en ese entonces aún estaba produciendo con sus ventas lo usual. Pero, tras la orden de D.C. que ordenó el cierre de los negocios no esenciales, Arias dijo que menos personas se acercaban a su puesto.
"Si uno sale cómo está ahorita no es igual que cuando venía aquella gente", dijo Arias. "Todo está paralizado por ahorita."